Mallo de Luna

Mallo de Luna
Las montañas y el pantano

martes, 17 de enero de 2017

Las Madreñas

Nota: tenia esta entrada en el borrador desde hace tanto tiempo parada, que se remonta a antes de dar a luz... de ahí las referencias al embarazo.

Ya hace bastante tiempo que no editaba ninguna entrada. Puede que mi embarazo de mellizas y la consecuente merma de energías esté relacionada, o que simplemente las musas pillaron vacaciones y no volvieron hasta ahora...


En cualquier caso, héme aquí en Mallo, de nuevo, lista para compartir otro recuerdo. Esta vez, el flashazo vino a raíz de unas madreñas. Para los que no las conozcan, la madreña es un calzado tradicional de la región astur-leonesa, hecho de madera y diseñado para introducir en ellas las zapatillas de andar por casa. Se utiliza sobre todo para labores del campo y es una solución ingeniosa para andar calentito, seco y limpio, evitando el contacto con las moñicas, el barro y las aguas del invierno. Además puedes ir de casa en casa dejando las madreñas en la puerta, y disfrutar de la sensación de ir en zapatillas de andar por casa allá donde vayas. Particularmente aprecio el hecho de no tener que meter el pinrel en un zapato frío cada vez que salgo a la calle y las madreñas son la solución definitiva a ese problema.
A veces fantaseo con llevármelas a Castellón y ponerlas de moda por allí, pero esa es otra historia.


Volviendo a lo mio...estaba yo en el portal de mi abuela, cuando divisé bajo el banco, asomado entre regaderas rotas y latas XXL recicladas de atún, el morro de una de las viejas madreñas de mi abuela. Las saqué de su escondite y vi con pena que se habían deteriorado mucho con el paso del tiempo y el uso constante. Tenían una amalgama de polvo y abono entre los 3 tacos, y una de ellas tenía una raja que hacía imposible usarla de nuevo. Definitivamente estaban rotas y en el olvido, y ya habían sido sustituidas por unas nuevas.

A pesar de estar en el olvido, consiguieron dibujar en mi cara una sonrisa, esta vez, traviesa y cómplice. Porque ¡anda que no las usé yo a escondidas cuando mi abuela se despistaba! Como ella tenía el pié menudo, a mi ya me valían con 10 años. Cuando metía mis bambas dentro tenia carta blanca para bajar a ver a mis amigos los gochos, las gallinas, las vacas, los conejos y todo bicho que pernoctara en las cuadras por algún u otro motivo.
Solía empezar la ronda visitando a las gallinas. Estaban confinadas en un corral con acceso a un añadido de la casa, de manera que en los meses de frío tuvieran cobijo. Al principio del verano, cuando no me conocían, se acercaban a ver que pienso les traía... pero al finalizar el verano huían despavoridas al gallinero a refugiarse. Concluyo que no les gustaba mis intentos samaritanos de enseñarles a volar contra el muro del corral. Siempre pensé que no volaban por que les faltaba un empujoncito.. jejeje! A medida que pasaban los días, el numero de huevos descendía alarmantemente y mi abuela achacaba el descenso de la producción al calor y a que no comían nada. Entonces se ponía a picarles acelgas y a darles dieta especial, mientras remugaba y valoraba en pasarle a alguna el cuchillo si seguía así la cosa. Huelga decir que decidí suspender mis actividades aeronáuticas y centrarme en otro bicho menos estresable.


Así que dirigí mi atención en la siguiente puerta: la cubilera de los gochos. Los gochos ( o como se suele decir en el resto de España: cerdos) pasaban la vida en una cubilera, que era un cuarto cerrado con muretes y puertas lo suficientemente altas para que el gocho no pudiera saltarlas. Al entrar, era necesario encender la luz porque la oscuridad contrastaba con la claridad del día y caminaba totalmente cegada. Mientras me acostumbraba al olor ácido de los purines en la nariz, ya podía sentir su calurosa bienvenida a base de gruñidos y frenesí contra la puerta de la cubilera. El más ágil de los 3 se apoyaba en lo alto de murete para sacar el hocico y sacar más información de la situación. A decir verdad, la situación era muy simple: 


Cubilera en desuso 
Había un cubo con pienso y restos de comida, que mezclado con agua formaba un puré espeso que se mezclaba con un palo. En mi defensa diré que todo fue casual. Un dia cogí el palo embadurnado de aquella papilla y se me ocurrió meterlo dentro para que los gochos lo relamieran. Una vez dentro comenzaron a pelearse, así que les dí un toque de atención con el palo en la cabeza. Los quejidos me hicieron tanta gracia, que repetí la operación unas 12 veces hasta que por fin, a base de psicología conductista, dejaron de acercarse al palo. Creo que ha sido la única vez que he maltratado a un animal conscientemente y no me hace sentirme orgullosa... pero no lo puedo evitar. Es oir esos gruñidos y reírme a carcajada limpia. Tendré que hacérmelo mirar. Por cierto, en esta ocasión mi abuela estaba intrigada, pues no llegaba a entender cómo aquellos gochos tenían aquellos moratones en el lomo. Cuando le preguntaba a mi madre qué podría ser, más valía salir del cuarto o la mirada inquisidora me pillaría seguro.

La ronda acababa en las cuadras, donde las vacas permanecían amarradas a la espera de que las sacaran a beber y a pastar. Todos los años había un ternerín nuevo, o como diríamos en Mallo, un jato (jatín si era recién nacido) que recibía todo tipo de atenciones de parte de una servidora. No todo iba a ser maltrato, ¿¡eh!? me encantaba rascarle la frente, cepillarlo, limpiarle las orejitas... Después visitaba a todas y cada una de las vacas.Todavía recuerdo algunos nombres: la Morena, la Paloma, la Serrana, la Mora...
Hecha la ronda, llegaba el momento de reunirse con los demás niños, así que tenía que devolver las madreñas a su sitio o no podría repetir el ritual al dia siguiente.

Con el tiempo, mi amor por las madreñas no mermó, y acabé encargándoles a mis tíos que me compraran un par en la fiesta del Pastor. Cada año me las pongo y rememoro todos aquellos momentos, y me hacen sentirme muy especial, privilegiada, diría yo. 
¿Y vosotros? ¿qué significan para vosotros vuestras madreñas? 

4 comentarios:

  1. Me han encantado tus cuentos. Y de forma especial éste. Es evidente que te empapaste de aquellas vivencias en tu infancia y te marcaron bastante.

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  2. Gracias Jose Luis!!! Es muy chuli saber que alguien te lee! Para mi, mi pueblo lo era todo! Jeje

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  3. Las madreñas (supe como se llamaban de Mallo de Luna en 1994, me lo explico la tia Micaela, personaje adorable
    ) recorde las de mi abuela que eran talladas, hermosas y me compre un par de ellas en un pueblo cercano. Hoy estan en mi estufa en Santa Rosa, La Pampa, Argentina. Por cierto mi abuelo Higinio Blanco Villares nacio de Mallo y mi padre Rufino Blanco Alvarez Miranda nacio en Cosera de Luna (hoy bajo el pantano). Las madreñas que lucen en mi casa significan mi origen, mis amado pueblo de Mallo. Gracias por tu articulo. Un fuerte abrazo. Alberto Mario Blanco.

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    Respuestas
    1. Hola Alberto!
      Gracias x comentar! Ya te tengo fichao. Micaela era mi bisabuela x parte de abuelo materno(Félix). Asi que sí! Somos familia!!!
      Hay que ponerse las madreñas aunque sólo sea pa generar recuerdos bonitos. Para mi es un placer ponerlas a la minima q puedo, jejeje!

      Un abrazo grande y gracias de nuevo por leerme

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